Decirle a una persona: "¡Qué egoísta que eres!" es condenarlo a ser el rey del egoísmo por un largo período de su vida, o peor aun, por el resto de sus días. Quitarse un rótulo resulta complicado, porque como bien lo dice la publicidad, una vez posicionado algo, es dificil cambiarlo de ubicación. La manzana le pertenece a Apple. Al resto de la humanidad le toca elegir otra fruta. Por eso hay que pensar bien qué características queremos resaltar en un ser, sobretodo cuando estas descalifican y se las estamos otorgando a un menor de edad.
Una persona no es egoísta, ni es generosa siempre, ni tampoco es extrovertida, introvertida y demás características repartidas en casillas. Simplemente, una persona tiene momentos de egoísmo, por seguir con el ejemplo. A veces se comporta de manera tacaña pero esto no quiere decir que sea de su naturaleza serlo siempre. ¡Nadie se comporta con absoluta generosidad o tacañería el 100% de su tiempo! Con cariño, con el buen ejemplo y con la toma de conciencia, todo hábito que perjudique a la persona en su relación con ella misma y los demás, puede ser modificado. Yo denomino a esto, "irse calibrando".
Así que -siguiendo el caso del egoísmo- resulta más acertado y asertivo decirle a un niño: "Te has comportado de manera egoísta cuando no le prestaste tu juguete a tu amigo". Seguro que el joven interlocutor comprende la falla y también siente que puede repararla porque no está condenado. "Nadie es río como para no devolverse". ¡Santo remedio!
Imprescindible después resaltar el acto en positivo: "¡Has sido muy generoso prestando tu juguete!". Eso se llama "reconocimiento" y no es perjudicial para el ego cuando se da en el momento correcto.
El asunto también es aplicable al tema de pareja.
Y por cierto, también es un rótulo poco acertado y saludable decir que todos los hombres son egoístas.