mercoledì 20 aprile 2016

El si ya lo tienes...


Cuando llegué a Barcelona hace más de una década, me sorprendió el uso que la gente hacía de una curiosa frase cada vez que tenía que presentar un proyecto o hacer una entrevista: "El "NO" ya lo tienes". Siempre la he interpretado como un empezar desde el fracaso. Confieso que nunca he podido identificarme con el significado de esas palabras puesto que mis mapas mentales están fundamentados en el "SI". Escarbando entre mis recuerdos logré ubicar unos de los orígenes de mi creencia, que hasta el momento, me ha resultado sana y me ha traído tantos momentos felices: Giacomo De Domenico, mi profesor de literatura al final del bachillerato. Me siento profundamente agradecida por el legado que me dejó puesto que, sin darme cuenta, su herencia es ahora la herencia que le dejo a mis aprendices. Tengo aprendices de todas las edades y la experiencia ha sido maravillosa puesto que no paramos de aprender los unos de los otros. Mientras me conocen, todos me preguntan sorprendidos lo mismo: "¿Por qué a ti siempre te gusta lo que hago?", acostumbrados a tanto "no" y tanta crítica en sus otros procesos. Intuyo que el "no" siempre lo tienen. Yo les respondo riendo que bien saben que no es así puesto que cuando algo realmente les sale mal no tengo reparos en decírselos y que saben que cuando lo digo, es que realmente salió mal. No soy lambona. Pero bien es cierto que son excasos esos momentos. Raramente algo sale mal. Me deleito contemplando el fluir de sus talentos.
El método imitado de mi profesor va cargado de un poder de amor y pasión que dificulta que el resultado sea "terrible". Lo viví por primera vez cuando este genial hombre, psicólogo de 30 años para aquel entonces, nos mandó a escribir un "tema libre". En mi salón de clase teníamos un compañero particular que algunos profesores tenían endiosado y nos calificaban a partir de él: si él sacaba 10, nadie más podía sacarlo y por supuesto, esta actitud a mi me llenaba de inseguridad con cierta dosis de fastidio. Yo que ya pre-sentía mi vocación educadora, presenciaba el anti-método pedagógico por parte de algunos educadores que yo jamás usaría: la comparación.
Pues bien, cuando el profesor nos puso este reto de la composición libre yo quedé en blanco. Después de un largo rato de divagar por la ventana y volar sobre alguna nube, decidí acercármele y decirle que no sabía que hacer. El hombre, con una mirada limpia y dulce me desafió: "Escribe un poema".
"¿Un poema?", temblé yo porque eso era sacar un nota baja seguramente.
Cuál fue mi sorpresa cuando este señor me respondió: "Si, Daniela. Escribe un poema. El que quieras y acerca de lo que quieras. Ya sacaste 9.5 así que ve a escribirlo."
¡No podía creer eso que estaba pasando! ¿Cómo podía ponerme una nota excelente antes de ver el resultado?
Así que le pregunté: "¿Y si lo hago mal?"
Giacomo respondió: "Estoy seguro que lo harás muy bien".
Regresé a mi pupitre completamente desbloqueada y feliz. Ya tenía el "si". Así que me puse a escribir un poema sobre la libertad. Obviamente me quedó genial aunque también habría podido no quedarlo. No era importante. La gracia estaba en que mi tutor y guía en letras creía en mi y me desafiaba porque sabía que yo era capaz y me indujo a hacer algo que nunca habría hecho por el temor al "no": escribir un poema. Me retó a sacar de mi lo mejor de mi. ¡Eso es alquimia pura!
Este capítulo marcó el resto de mis días puesto que a partir de ahí decidí estudiar comunicación social y periodismo, descubrí que la única manera que un saber puede ser compartido es a través de la confianza y que siempre, un "si" libera...
¡Gracias, maestro!